Tras
haber instalado el pavimento, una capa de material aislante para
poder evitar que las nuevas lamas se deslicen, para que se minimicen
los crujidos y para poder proteger la tarima de posibles humedades,
se van a atornillar o se van a pegar sobre la misma, los propios
rastreles. Estas piezas se van a colocar en sentido perpendicular a
las lamas de madera y con una separación que va a ser de unos 30
centímetros. Si en el suelo nos encontramos con una serie de
desniveles, podremos corregirlos con la ayuda de unas cuñas de
madera. Se va a colocar la primera lámina a tan sólo 5 milímetros
de la pared, ya que es una medida de prevención de las dilataciones
que va a experimentará causado por las variaciones del clima.
Después, se va a fijar al rastrel con un clavo, que sea de cabeza
perdida, que se colocará en diagonal sobre la lengüeta. El resto de
las tablas se van a unir entre sí, con la ayuda de las juntas, que
van a estar colocadas de una manera alterna: lengüeta y ranura. Para
poder fijar las pieza, se debe dar un golpe suave sobre las mismas,
con la ayuda de un martillo de goma. Una vez que hayamos colocado
todas y cada una de las tablas, solo nos va a quedar fijar o
acuchillar dicha superficie y teñirla o barnizarla.
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